sábado, 29 de junio de 2013

JUBERA - SANTA ENGRACIA DE JUBERA, La Rioja

Circulando por la carretera LR-261, procedente de Robres del Castillo, llegamos a Jubera. Durante todo el trayecto las aguas del Jubera corrían paralelas a nuestra derecha.


Desde ella pudimos ver las ruinas de su castillo, de origen musulmán, construido sobre una roca entre los siglos X y XI, fue uno de los tres fuertes riojanos que en el año 1207 fueron fieles a Castilla, los otros dos fueron, el de Ausejo y el de Clavijo.  


Pueblo de Jubera con su castillo en lo alto. Jubera está situada a 655 metros de altitud y a 30,4 kilómetros de distancia de Logroño. 

El nombre le viene por el río que baña sus tierras

Campanario de la iglesia de San Nicolás de Bari 

Moral de Jubera
En la misma plaza y muy cerquita de su iglesia se encuentra este Moral (Morus nigra) Su edad estimada es de unos 200 años. Está catalogado como uno de los árboles singulares de La Rioja 

Tejados y espadañas de la iglesia

Soportales
En la actualidad son muy pocos los vecinos que lo habitan, aunque en verano su población crece. Hubo un tiempo en el que su población aumentó considerablemente, gracias a las minas de plomo que el municipio tuvo. Éstas fueron explotadas durante los años 1945-1956 por la Compañía Vasco-Riojana. Se les conocía con el nombre de "Túneles de los Moros 
Desgraciadamente el mineral se agotó y debido a ello la población volvió a descender, y muchos emigraron a ciudades más grandes. Actualmente toda esa zona la convertido en un itinerario turístico  

Detalle característico en las viviendas de Jubera

Parra

Placa Conmemorativa

En Jubera descubrí muchas bodegas como ésta

En alguna que otra entrada, ya os he comentado que bodegas como éstas las hay por por doquier. Muchas de ellas son utilizadas como lugar de reunión, en donde la familia se reúne para celebrar meriendas, comidas etc. Sobre todo en los días calurosos del verano. Como conservan siempre la misma temperatura, dentro de ellas se está de maravilla. 

Interior de una bodega


El pueblo también cuenta con varias ermitas: la de Santiago, la de la Virgen del Prado, y la de San Miguel Arcángel

Escudo de armas 
El último domingo de agosto, es costumbre acudir en romería a la ermita del la Virgen del Prado. Los juberanos celebran sus fiestas el 9 de marzo en honor a San Gregorio. También celebran sus fiestas patronales en honor a Santiago en julio.
El 14 de septiembre las Fiestas de la Cruz, y el 6 de septiembre San Nicolás Bari, su patrón


Y como en muchos otros pueblos también allí acude el panadero a llevarles el pan. 








miércoles, 26 de junio de 2013

ROBRES DEL CASTILLO, La Rioja

Hoy os voy a hablar de Robres del Castillo, último pueblo que atraviesa la carretera LR-261, en la comarca de Logroño.

Este pueblo perteneció al señorío de Linazas, quienes ponían alcalde. Mas tarde, cuando se abolieron los señoríos pasó a formar parte de la provincia de Soria.

En su municipio está el yacimiento de icnitas "San Vicente de Robres", se le llaman así por el hecho de que se encuentran muy cerca de San Vicente. Entre el barranco del hayedo, y el camino de Jubera, de difícil acceso, en él hay 106 huellas de dinosaurios carnívoros y herbívoros. El 23 de junio del año 2000, fueron declaradas Bien de Interés Cultural en la categoría de Sitio Histórico.


Escudo

Puerta de aluminio

Robres llegó a tener seis aldeas que dependían de él: San Vicente, Valtrujal, Oliván, Byzarra, Santa Marina y Dehesillas.


En el mismo centro del pueblo se encuentra la iglesia de San Miguel


Ruinas de la ermita de Santa María, románica del siglo XII


A un kilómetro de distancia, pasando Robres se encuentra la Ermita de San Sol. Sus vecinos celebran una romería el último domingo de mayo.

Puente Medieval


Y sobre el río Jubera, se encuentra este puente del siglo XVI


Sus fiestas que son en honor a San Miguel, y a San Vicente Mártir, se celebran a finales de agosto. Se han trasladado a esa fecha, debido a que es cuando hay más vecinos viviendo en Robres.


En Robres también hubo un castillo, de ahí su nombre. En la actualidad tan sólo quedan sus ruinas





lunes, 24 de junio de 2013

SAN VICENTE DE ROBRES - ROBRES DEL CASTILLO, La Rioja

La entrada de hoy se la voy a dedicar a San Vicente de Robres, aldea de Robres del Castillo en la comarca de Logroño


Esto es lo primero que el visitante ve cuando se acerca a la aldea. No fue así como Bona la vio, cuando a finales de los 60 del siglo pasado llegó allí por primera vez para ser la maestra del pueblo.

 A Bona la conocí en la academia de arte a la que asisto en Logroño, no hace mucho José Luis, nuestro profesor, fue jurado en un concurso de pintura al aire libre que se celebró en Robres. Ella enseguida nos comentó que había sido maestra en San Vicente de Robres, y lógicamente enseguida me interesé, y le pregunté algunas cosas de su estancia allí.


San Vicente está situada a 950 metros de altitud y a 41,06 kilómetros de Logroño 


Bona me comentó que a pesar de que cuando ella estuvo viviendo allí había tendido eléctrico, eran muchas las veces que se quedaban sin luz, y que cuando eso sucedía podían pasarse más de cuatro meses a oscuras. Actualmente eso ya no les sucede, ya que han conseguido muchas mejoras, entre ellas un nuevo alumbrado público. También la gran mayoría de sus casas han sido restauradas, al igual que sus calles y su céntrica plaza. 


Al decirle que había estado allí, me preguntó si habíamos ido por la pista. Sorprendida le pregunté a qué pista se refería y me dijo: la que va monte a través desde Robres del Castillo hasta San Vicente. Mi respuesta fue "no, por la carretera" "¿Por la carretera?". Por lo visto, cuando ella estuvo no existía.

El pasado jueves, cuando acudí a clase me había preparado el siguiente relato en el que nos cuenta sus primeras vivencias por aquellos lares.
   EL CAMINO
Cuando el autobús hizo su última parada, apenas se distinguía el pueblo sino por unas oscuras siluetas lejanas. Sólo los faros del bus de línea señalaban el camino que debía seguir para llegar a la casa de la tía Marina.  Un grupo se acercaba subiendo pesadamente la cuesta . Por fin, ya no estaba sola. Parecían buena gente. la parquedad en palabras del tío Sergio estaba compensada con creces por la actitud parlanchina y cercana de esa buena mujer, que no sabía qué hacer para que me sintiera bien. Las doce de la noche era una hora demasiado avanzada para el lugar, así que, enseguida, me indicaron la habitación que, a partir de entonces, sería mi dormitorio de los domingos en Robres del Castillo. Tendría que esperar a la mañana del lunes para ponerme en camino hacia San Vicente, una hora monte arriba.

- ¿Ande está la "maestra"? No podemos demorarnos. pronto va a llover.

- ¿Por fin en qué casa se va a quedar?

- ¡A ver! ¡En la mía! ¡Nadie la "quie" tener!

- Eso lleva consigo ser el alcalde.

El chirrido de la pesada puerta de madera al abrirse, detuvo en seco la conversación

- ¿Cómo está la señorita? Dénos el equipaje, que no nos podemos entretener.

Mi primera escuela en propiedad y mi primera decepción. Sólo había pensado en la necesidad de cultura de aquellos pueblos tan alejados, más por la ortografía que por los kilómetros, en esos años sesenta. No me había puesto a considerar, ni por un momento, las dificultades que aquella gente sencilla tenía para darme cobijo. Algo alicaída me acerqué al macho. De un lado del serón se desprendía un delicioso olor a pan caliente. Iba repleto de grandes hogazas. Grandes porque debían durar, lo más tiernas posibles, toda la semana. En el otro, colocaron mi equipaje. Y sobre el lomo libre de cargamento, me senté y me sentí, como una reina. Se me olvidó el disgustillo. ¡qué bien se iba ahí!

Empezó para mi un camino nuevo, sensaciones nuevas, una nueva vida. Muy diferente, muy sencilla, muy bonita. ¡Lo que nos perdemos en la ciudad por estar siempre emparedados entre cemento! empezaba a descubrirlo.

La tía Rufina tiraba de las riendas dirigiendo a la caballería por ese complicado camino empedrado, todavía con restos de agua de la reciente labor de regadío. No se me alcanzó ni por un momento que, más de un día, tendría que hacer equilibrios por el borde de aquella acequia, o decidirme a caminar por dentro de ella con agua hasta media pierna.

Pronto llegamos a un riachuelo, bordeado por una arboleda, que ya había empezado a dar señales de otoño. Su agua limpia y espumosa proporcionaba al lugar la plasticidad de una pintura, ante la que el espectador queda insatisfecho al no poder captar más que lo que entra por los ojos. Pero es que ahí, se completaba con olores a hierba húmeda, a flores abiertas, con el leve sonido del aleteo de un pájaro al cambiarse de rama, con el monótono golpeteo del agua salvando los desiguales escalones de piedra. Todo invitaba a permanecer pegado al cuadro un tiempo que no teníamos. Tal vez aquella caballería no entendiera de arte, pero si tenía claras sus necesidades. Inclinó inesperadamente su largo cuello para apoderarse de esa golosina refrescante, y estuvo a punto de despedirme por las orejas. ¿Habéis visto beber a un caballo? Ellos inventaron el sorbete. Enroscan su lengua a la manera de un tubo y ¿qué falta tienen de un vaso? Mucho mejor el agua apresada por las rocas del río. Un bocado aquí, un sorbo allá, un olfatear los aromas apetecibles de esa hierba fresca y flores tiernas, empeñadas aún en no dejar paso a la estación que pretendía acabar con ellas.

Las nubes se apelmazaban y cambian de color con rapidez.
- ¡Riaaa!¡Riaaa! ¡"Amos! ¡Aún nos vamos a mojar!
-Da pena perderse esto.
-No se preocupe, señorita. Por aquí le va  a tocar pasar más veces de las que quisiera.
¡Y qué razón tenía! No hubiera querido estar allí aquella mañana en la que el pastor me gritó:

-¡Señorita, está loca! ¡Va a fenecer! ¡Con ventisca no se puede salir al monte!

O aquel día de nieve helada en el que los zorros se habían paseado, con la mayor libertad, por delante de mi ventana. O cuando le pedí a la tía Marina cerillas para encender un fuego y poder espantar a algún lobo que pudiera encontrar en el camino, y ante mi asombro y perplejidad, me las puso en las manos. Por lo visto podía suceder.

Seguimos el camino mirando al cielo. Bueno, de eso ya se encargaba la tía Rufina. Yo me dediqué a fotografiar mentalmente todo lo que alcanzaba mi vista. Desde la ladera por la que avanzábamos, llena de brezo, tomillo, y aulagas, se veían las cimas peladas de la otra vertiente. Pero, si manejabas bien el "zoom", ibas descubriendo mosaicos repletos plantas en ocres, rojos y amarillos.

-Ya llegamos - Dijo la tía Rufina. Yo no veía más que un cerro, plantado como un flan, delante de mis ojos.

-¿Dónde?
-Vamos a evitar el repecho. Este macho va muy cargado.

Un camino bordeaba el cerro. Y justo allí, al final del último recodo, inesperadamente, apareció el conjunto de casas que formaban la calle principal, tan adaptada a las rugosidades del suelo, como la piel a la cara de un viejo enjuto.

Bona Balda

Calle principal 

Iglesia de San Vicente
Seguro que Bona cuando vea esta foto le trae buenos recuerdos, ya que durante el tiempo que estuvo de maestra vivió en la casa de enfrente 


No sé el tiempo que allí estuvo de maestra, pero si sé que fue la última que tuvo el pueblo. Cerraron la escuela y la trasladaron a un pueblo del Camero. Eso hizo que todos los niños tuviesen que desplazarse todos los días fuera del pueblo para asistir a clase. Seguro que eso también motivó a algunas familias a abandonar el pueblo y dejar sus casas vacías y abandonadas. Hasta el punto de tener tres vecinos en invierno y 23 en verano.

Puerta

Atrás dejamos san Vicente de Robres 










  

viernes, 21 de junio de 2013

¿DÓNDE ESTÁ EL VERANO?

Dicen que hoy a las 7:04 minutos de la mañana el verano ha llegado a España. Ahora mismo acabo de escuchar en las noticias estas palabras "Ya estamos oficialmente en verano". Pues tengo que deciros, que yo he salido esta mañana a las 8:30 y no lo he visto por ningún sitio.

Así estaba Navarrete, cuando hemos iniciado nuestra caminata diaria

En un principio todas íbamos bien abrigadas, aunque después de una hora recogiendo caracoles a la vez que caminábamos, alguna de nosotras el chaquetón se ha quitado.

También hemos visto limacos, así se les llama en La Rioja a las babosas

miércoles, 19 de junio de 2013

VALTRUJAL - Despoblado de Robres del Castillo, La Rioja



Hoy os voy a mostrar imágenes de Valtrujal otro de los despoblados riojanos, que se encuentra en el valle del río Jubera.



Para llegar hasta él tuvimos que dirigirnos otra vez hacia Ribafrecha, y volver a atravesar Ventas Blancas. Ya no sé ni las veces que hemos atravesado este pueblo, ni la veces que hemos recorrido la carretera LR-475.
 Pero a pesar de que han sido muchas las veces que lo hemos hecho, no me he cansado de ver el paisaje de los montes que la rodean, ya que dependiendo de los rayos de sol, cada día me parecían distintos.



Valtruja, a 883 metros de altitud, en el municipio de Robres del Castillo 



Se accede a él por el camino que lleva a San Vicente de Robres, en el lugar en el que hay una casa abandonada a la izquierda, y una explanada con este cercado para el ganado a la derecha, aparcamos nuestro coche, a 2,5 Kilómetros de San Vicente.



Desde allí mismo se ven los restos de la aldea, y como no vimos ningún camino, decidimos bajar por la ladera del monte. No hubo ningún problema para hacerlo, a excepción de que el calzado que había elegido no era el más apropiado. 
Antes de salir le pregunté a mi marido si íbamos a ir por el monte, su respuesta fue que tan sólo íbamos a ver un pueblo despoblado, que estaba justo al lado del camino, y el resto era zona urbana. Así que me puse unas sandalias que tengo muy cómodas.



Pero cuando llegué allí y vi donde estaba le dije "¡al borde del camino!" No sé qué fue peor, si bajar la cuesta, o caminar por sus calles


Todas ellas estaban cubiertas de grandes boñigas de vacas


Y también el interior de algunas de su viviendas, que son utilizadas como corral



Construcción rural


Protegida de los okupas, que durante algún tiempo allí vivieron


La aldea quedó despoblada en el año 1970


Ventana