El pasado domingo a pesar de que amaneció lloviendo, salimos a fotografiar. En un principio creía que no lo haríamos, ya que pensándolo bien, salir a fotografiar en un día de lluvia, la verdad es que no es lo más apropiado, pero cómo esto del blog me lo he tomado muy enserio, pues allí que nos fuimos. Tengo que decir que no llovía con mucha intensidad y llevando un buen paraguas....
Esta vez nos dirigimos hacia la comarca de La Rioja Baja, para ser más concretos al Valle de Ocón. Y, como solemos hacer cada domingo lo primero que hicimos fue buscar un buen sitio para almorzar, y tomarnos un cafelito.
Al primer pueblos que fuimos fue a Santa Lucia, un poco antes de llegar nos dimos cuenta de que estaban cayendo pequeños copos de nieve, que al chocar contra la luna del coche desaparecían, paseé por el pueblo bajo el paraguas y tomé varias fotos, en las que se aprecian los copos de nieve cayendo. De allí fuimos a la Villa de Ocón, Las Ruedas de Ocón, Pipaona, Molinos de Ocón, Oteruelo, Aldealobos, como podréis ver un montón de pueblos. Teníamos pensado ver tres pueblos más, pero ya estábamos cansados y lo dejamos para el siguiente domingo.
Al llegar a la Villa de Ocón nos llevamos la sorpresa de encontrarnos todo el pueblo cubierto de nieve, unos 500mtrs. antes de llegar, la carretera estaba toda cubierta con una capa de unos cuatro dedos de espesor, igual que lo estaban sus calles, y la cosa parecía que iba a más ya que no cesaba de nevar. Tenía dificultad para caminar ya que el calzado que llevaba no era el apropiado para caminar por la nieve. Pero me lo pasé muy bien y disfruté de mi paseo por las calles cubiertas de nieve. Al poco de estar por el pueblo como ya es habitual en muchos de los pueblos que visito, escuché el claxon de un vehículo que circulaba pitando, me imaginé que sería el que les lleva el pan y alguno que otro alimento.
Esta vez nos dirigimos hacia la comarca de La Rioja Baja, para ser más concretos al Valle de Ocón. Y, como solemos hacer cada domingo lo primero que hicimos fue buscar un buen sitio para almorzar, y tomarnos un cafelito.
Al primer pueblos que fuimos fue a Santa Lucia, un poco antes de llegar nos dimos cuenta de que estaban cayendo pequeños copos de nieve, que al chocar contra la luna del coche desaparecían, paseé por el pueblo bajo el paraguas y tomé varias fotos, en las que se aprecian los copos de nieve cayendo. De allí fuimos a la Villa de Ocón, Las Ruedas de Ocón, Pipaona, Molinos de Ocón, Oteruelo, Aldealobos, como podréis ver un montón de pueblos. Teníamos pensado ver tres pueblos más, pero ya estábamos cansados y lo dejamos para el siguiente domingo.
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Enseguida los vecinos de la Villa de Ocón empezaron a salir de sus casas hacia la camioneta para comprar el pan, le escuché decir al vendedor ambulante, que con el día que hacia no subiría a Santa Marina, ya que suponía que allí la carretera estaría peor.
Le dije que si no le daba pena dejarles sin pan, a lo que me sonrió, comprendí que era arriesgado hacerlo, pero me acordé de los vecinos de Santa Marina, allí en lo alto del monte solos e incomunicados.
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Entonces me acordé de cuando estuve en Santa Marina conocí a Benito, el cabrero y al señor que bajamos a Logroño, ya os comenté que ese día mi marido se quedó con las ganas de haber continuado el camino por las pistas forestales. Pues os tengo que decir que nada más que llegó el buen tiempo, un día nos levantamos y allí que nos dirigimos. Esta vez me quedé un poco desilusionada ya que nada más llegar al pueblo, y sin entrar en él nos desviamos hacia un camino de tierra que está en muy buenas condiciones, justo a la derecha.
A mi me hubiese gustado más parar en el pueblo y volver a caminar por sus calles, pero no fue así, Desde el camino puede ver esta bonita vista del pueblo de Santa Marina, esta vez se veían coches y había movimiento de gente por sus calles, ya es sabido que en verano muchos suben allí y habitan las casas que durante el crudo invierno quedan sus puertas y ventanas cerradas "A cal y canto"
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Retomamos nuestro camino diciéndole adiós a La Santa, desde lo lejos se podía apreciar el rojo de sus tejas que resaltaba con el color de la piedra de sus casas
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