Cada vez que miro esta foto, recuerdo la imagen tan bonita que tengo guardada en mi retina.
¿No os ha sucedido alguna vez el ver una imagen, y por algún motivo no poder hacer la foto y no olvidar ese momento jamás?. Pues eso me sucedió en Arbiza.
Cuando llegamos por este camino, justo al lado de la puerta de esa vivienda y debajo de esa pequeña ventana, en donde podréis apreciar los restos de lo que en su día fue un banco. Pues en él había un montón de gallinas y unos cuantos gallos, todos sentados al calor del Sol.
Si hubiese llevado la cámara de fotos en mi regazo como siempre suelo hacer, hubiese podido hacer algunas fotos, y seguro que alguna de ellas me hubiese quedado bien. Pero no, la llevaba metida en la mochila.
Nada más dar la vuelta a la casa, le dije a mi marido ¡para, para! Pero para sorpresa mía, cuando fui, todas habían levantado el vuelo, y se habían ido hacia el monte.
Aquí el señor gallo, y sus dos gallinas
¡Y éste huyendo de mí!
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